Acoso escolar y violencia


La sociedad contemporánea se desarrolla en un ambiente donde la conflictividad es cada vez mayor, no solo entre personas adultas sino que, cada vez más entre jóvenes menores de edad y, en muchos casos, apenas adolescentes. En ellos se centrará el proyecto que estoy comenzando, relacionando sus actitudes con unas determinadas características de personalidad, es decir, aquellas adyacentes a la psicopatía.
En primer lugar debemos enfrentarnos al término “conflictividad” y, para ello, debemos ser conscientes de que se encuentra estrictamente relacionado con la violencia y la agresividad ya que, pese a que en muchos casos la conflictividad –y así debe ser- se solventa con la negociación y, a fin de cuentas, la palabra, en gran número de ocasiones se recurre a la violencia como forma de gestionar dicha conflictividad. El término “violencia” es equívoco y, por ello, con frecuencia los discursos sobre la violencia son confusos y las cifras manejadas muy dispares. La agresividad es una conducta innata que se despliega automáticamente ante determinados estímulos y que, asimismo, cesa ante la presencia de inhibidores muy específicos. Es biología pura. La violencia es agresividad, sí, pero agresividad alterada, principalmente, por la acción de factores socioculturales que le quitan el carácter automático y la vuelven una conducta intencional y dañina. En ese sentido entenderemos en lo sucesivo por violencia cualquier conducta intencional que causa o puede causar un daño.

VIOLENCIA

Existe un debate doctrinal en el cual para algunos autores la violencia haría referencia a un comportamiento cuyo componente fuese de carácter físico, mientras que, si ese componente fuese de tipo psíquico podría hablarse de una agresión stricto sensu. Por el contrario, otros autores prefieren no distinguir entre ambos conceptos y ponen el acento de la conducta violenta o agresiva en el hecho de que el destinatario tenga la misma capacidad de sentirla, de percibirla, por lo que ambos conceptos harían referencia única y exclusivamente a seres animados. En este sentido, no se podría hablar de violencia o agresión cuando el destinatario de la misma fuese un objeto inanimado (un objeto), ya que tal objeto no tendría capacidad de percibir o sentir la conducta violenta, sea ésta de tipo físico o psíquico. Por otro lado, los seres animados como animales o personas podrían ser objeto de comportamientos violentos o agresivos. Partiendo de tal consideración, no cabría entonces emplear el término violencia cuando se alude a la “violencia urbana”, dado que el objeto de la misma son el mobiliario urbano u otros objetos inanimados.
Otro de los elementos que debe estar presente en la conducta violenta o agresiva es el de la voluntariedad, entendida como intención de provocar un daño. Además debe concurrir la existencia de una norma o regla de tipo social o jurídico que nos indique si esa conducta es agresiva o no, así como la magnitud de la misma. Un último elemento vendría dado por la valoración del comportamiento de la víctima, es decir, de su actitud ante la conducta violenta o agresiva; de este modo, si la víctima se encuentra motivada para evitar el daño, sino consiente la producción del comportamiento agresivo, habrá violencia, por el contrario, si media su consentimiento, puede considerarse que no existe comportamiento agresivo.



 ACOSO ESCOLAR
 
Existen muchas clasificaciones de la violencia, como lo son según el agresor, según el agredido, según el lugar donde se produzca, según la forma de ejercerla, etc. Pero para este trabajo vamos a aludir directamente a la clasificación de la misma en el lugar en que se produce y, para ello, nos referiremos a la violencia en la escuela, es decir en forma de acoso escolar o, como es más popularmente conocido bullying.
Si llamativo resulta que haya violencia en los hogares, donde es de esperar que el afecto entre quienes allí viven sea la norma, no lo es menos que exista violencia en los centros educativos, donde la convivencia no siempre es un factor favorable para los grupos de estudiantes. En la escuela se puede ejercer violencia cruzada entre profesores y alumnos, entre padres y profesores o entre los propios alumnos, siendo esta última la que más nos interesa. La violencia entre alumnos es la que concita mayor alarma social actualmente, al menos, en Europa. Adopta diversas formas que van desde la pelea hasta la exclusión, pasando por malas miradas, insultos, etc. Habitualmente, es ocasional. A veces, sin embargo, la violencia escolar entre alumnos es perpetrada por un agresor más fuerte que la víctima, es decir, entraña un abuso de poder., por lo que tendría carácter intimidatorio. Cuando ello sucede hablamos de acoso escolar o, en inglés, bullying. De lo dicho se desprende que el acoso escolar es una especie de tortura en la que el agresor sume a la víctima, a menudo con el silencio o la complicidad de otros compañeros. No es de extrañar entonces que la víctima sufra problemas psicológicos graves de todo tipo y, generalmente, progresivos y que llegue a albergar e incluso a realizar ideas suicidas.

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