Las falacias del acoso escolar
Actualmente es innegable que vivimos en una sociedad
conflictiva, lo que comprende desde la violencia estructural del sistema hasta
la violencia más burda o más fácilmente apreciables. La consecuencia de ello es
la normalización de las conductas violentas y, por ende, su justificación. Todos
los días personas menores de edad asimilan actitudes sociales que en ocasiones
no se limitan a quitar hierro a la intolerancia o negar que esté presente, sino
que incluso la abrazan. La triste realidad que arrojan estudios y demás
encuestas es que muchos estudiantes víctimas potenciales de bullying no creen que, en caso de sufrir
acoso, se produjera una reacción inmediata de autoridades escolares o padres para
mediar en el conflicto. El motivo es que abundan las ideas erróneas en relación
con lo que es el acoso escolar y sus formas de intervención. Estas ideas erróneas
se vienen plasmando a través de muletillas o mentiras que se esconden bajo alguna realidad, en
especial cuando se pone de manifiesto su falta de verdad.
El precio de acusar a la sociedad de mitificar o minorar
los comportamientos inherentes al acoso mediante las falacias es que debo
probarlo, como haré a continuación, a través de la exposición de algunas de las
falacias más repetidas.
· Primera falacia: “El acoso
escolar es violencia física”
En realidad esta falacia es producto de un sesgo, puesto
que, según los diferentes estudios, la mayor cantidad de comportamientos de
acoso se dan en forma verbal y a través de la marginación.
· Segunda falacia: “Son juegos de
niños”
Mediante el juego y los deportes se aprenden competencias
sociales como el respeto, el trabajo en equipo o la cooperación; por tanto, no
podemos decir que esta forma de acoso responda a la filosofía del deporte o del
juego ya que atacará la personalidad en lugar de complementarla socialmente.
· Tercera falacia: “El acoso es
una vía normal para ventilar conflictos”
La conflictividad e incluso la agresividad son aspectos
inherentes a toda relación entre niños en el ámbito escolar en particular y
social en general. Por ello, aprender cómo se resuelven los conflictos es una
de las competencias sociales que todo niño debe aprender correlacionalmente a
su proceso de maduración, esto es, debe aprender a tomar y ceder. Por el
contrario, en el caso del acosador el proceso natural de tomar y ceder no le
resulta favorable a sus intereses y busca a alguien más débil en lo físico,
moral o social para atormentarlo y, de esa forma sentir una sensación de
seguridad.
· Cuarta falacia: “El acoso
escolar es una cosa de muchachos”
Se produce tanto entre chicos como entre chicas, así como
entre chicos y chicas de ellos a ellas y viceversa, teniendo en muchos casos
connotación sexual, incluso a muy corta edad, lo que, a su vez, se relaciona
con una educación deficiente en tal aspecto.
· Quinta falacia: “Acosar o ser
acosado no hace ningún daño duradero”
Las consecuencias de los abusos tienden a durar toda la
vida si no se intervienen pronto para corregirlas. Los adultos antisociales han
sido antes, por lo general, niños antisociales.
De manera similar, el que ha sido blanco de abusos en la
infancia no se librará tan fácilmente de los efectos secundarios. Cerca de la
cuarta parte de las personas que hoy acuden a tratamiento psicológico por
ansiedad o adicciones, por ejemplo, dicen haber tenido una infancia
distorsionada por culpa del acoso, dejando muy a las claras la vinculación
entre sus problemas actuales y los traumas infantiles.
· Sexta falacia: “Soportar el
acoso le curte a uno”
En este caso hablamos de un mito que, además, es
especialmente preocupante ya que alude a una labor didáctica del acoso, lo que
sería, hablando sin ambages, otorgar una experiencia útil ante la vida. Es una
falacia con mayúsculas, puesto que soportar el acoso no sirve para que el niño
construya una autoimagen más fuerte, como tampoco el adulto tiene mejor
concepto de sí mismo después de haber sido víctima de un atraco, por ejemplo.
· Séptima falacia: “En el acoso,
el problema lo tiene el acosado”
En muchos casos no se atiende a las necesidades de los
acosadores, que suelen ser castigados por su mala conducta pero la mayoría de
las veces no recibirá la ayuda emocional que necesitaría para dejar de lado sus
posturas de superioridad y de tener derecho a hacer lo que le dé la gana; por tanto, podemos concluir que ambos sujetos
del acoso –el pasivo y el activo- son individuos con problemas y necesitados de
intervención según el medio más adecuado para cada caso.
A modo de conclusión afirmar que las falacias son hijas de la falta de información o, simplemente de una información deficiente con respecto a, en el tema que nos ocupa, el acoso escolar. Es por ello, providencial, conocer todos los elementos del conflicto y ser consciente de que ante una situación de acoso, los sujetos del mismo no están solos, puesto que, somos muchos los que estamos embarcados en el objetivo de la eliminación de esta lacra social a través de los medios de reeducación pedagógica y jurídica que sean necesarios para cada caso.
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